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El castillo de Voltaire en Ferney-Voltaire (Ain):

«Nosotros les decimos que ellos son hombres como nosotros, que están redimidos de la sangre de un Dios muerto por ellos, y después les hacemos trabajar como animales de carga; los alimentamos mal: si quieren huir, les cortamos una pierna, y les hacemos girar a mano el eje de los molinos de azúcar, cuando les hemos dado una pierna de madera; ¡después de esto nosotros osamos hablar del derecho de las personas!»
Voltaire, Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, 1756

Voltaire adquiere el dominio de Ferney en 1758 y pasa allí los últimos 20 años de su vida. Reconstruye completamente el castillo, acondiciona el parque e instala en una construcción del dominio el teatro donde él representa casi todos los días sus obras.

Ferney se convierte en el paso obligado de una élite venida de toda Europa. De este retiro, Voltaire se entusiasma contra la injusticia de la sociedad y coge la defensa de las víctimas de la intolerancia política y religiosa. Publica el Diccionario filosófico, el Tratado sobre la tolerancia, varias tragedias y obras de teatro; su correspondencia se eleva a unas 6 000 cartas.

Dedicado a los principios filosóficos del siglo de la Ilustración, por turnos urbanista, emprendedor y mecenas, transforma el señorío de Ferney: desecación de los pantanos, urbanización, desarrollo de la artesanía. La aldea se convirtió en una ciudad próspera cuando Voltaire quería volver a ver París y murió allí en 1778.

El Estado adquirió en 1999 el castillo de Ferney, este lugar de memoria donde Voltaire ha escrito tanto por la defensa de los Derechos Humanos.


Historia:

Como todos los filósofos del siglo de la Ilustración, Voltaire abordó la cuestión de la esclavitud, aunque de manera menos comprometida o desarrollada que sus colegas. Con respecto al volumen total de la obra del filósofo, la parte que Voltaire dedica a la causa de los negros es mínima y esta causa no es la que él habrá defendido con mayor vigor.
Esta declaración no sabrá justificar algunas acusaciones de haber sido actor de expediciones negreras o de haberse enriquecido con el comercio de esclavos, lo que no fue probado.


En su obra Cándido o el optimismo él denuncia el Código Negro, que prevé la mutilación del esclavo castigado por fuga y que hace decir a Cándido "este es el precio al que comemos azúcar en Europa “. Él invierte los papeles en un episodio en el que piratas Negros esclavizan a los Blancos. En su Diccionario filosófico él admite que, de todas las guerras, la de Spartacus es la más justa y quizá la única justa.


En sus Cuestiones sobre la Enciclopedia, se burla de la justificación de la esclavitud por la teoría del contrato de la escuela del derecho natural cuando él pide que se le muestre el contrato entre el maestro y el esclavo. No duda en rechazar también el derecho de esclavitud sobre los prisioneros de guerra, forma admitida desde la Edad Antigua.


El escándalo de la esclavitud acompaña a lo largo de toda la polémica anticristiana y antibíblica de Voltaire. Él observa que la Iglesia se queda muda ante el tema y que el clero no hizo por la causa de los Negros lo que Las Casas había hecho por los Indios, poniéndose este de parte de los partidarios de la esclavitud de los Negros alegando la maldición de Cam.


Sin embargo, si él denuncia el esclavismo, no se involucra tanto en la manera de su abolición. En su Ensayo sobre las costumbres objetará también que "un pueblo que trafica con sus niños es todavía más condenable que el comprador, este negocio demuestra nuestra superioridad; el que se presenta como maestro había nacido para tener “y afirmará con resignación que "la esclavitud es tan antigua como la guerra y la guerra tan antigua como la naturaleza humana. Estábamos tan acostumbrados a esta degradación de la especie que Epictète, que, sin duda, valía más que su maestro, nunca se asombró de ser esclavo “
Comparando el derecho de los hombres a la igualdad con la constatación de las desigualdades, se termina justificando la aceptación de estas desigualdades vistas como "inevitables “.



Si él no va por la vía del abolicionismo y de la libertad, se inscribe más bien en el pensamiento de una mejora progresiva, incluso de la liberación gradual.


Sin embargo, al final de su vida, se comprometerá de manera más directa y firme con la denuncia de los últimos «esclavos» en Francia, es decir los siervos del Jura que, en virtud del privilegio de las manos muertas, estaban sometidos a los monjes del cabildo de Saint Claude en el Jura.

Las manos muertas era la incapacidad que afectaba a los siervos en Francia en la Edad Media. Su objetivo era evitar que los bienes pasaran a personas externas al señorío. Así durante su vida, el siervo disfrutaba libremente de sus bienes personales; él podía disponer de su tierra con el permiso de su señor, pero estaba privado de la facultad de hacer su testamento y, con su muerte, sus bienes regresaban al señor.


En Franco Condado, parece que una tercera parte de la población sea sierva. En los campos de la provincia, los lugares serviles están omnipresentes, excepto alrededor de Besanzón, zona de franquicia, y en las regiones vinícolas. Globalmente surgen dos grandes áreas: la bailía de Amont al norte, actual Alto Saona y el extremo sur con el Alto Jura. La mayoría de los señoríos serviles están bajo el poder de la Iglesia, particularmente con las dos abadías de Luxeuil y de Saint-Claude. En el siglo XVIII, estas dos regiones forman de lejos la zona servil más importante de Francia: el 75% de los siervos y el 50% de las manos muertas del reino se encuentran allí.
Esta situación es entonces denunciada violentamente por Voltaire en su Petición al Rey para los siervos de Saint-Claude publicada en 1775.

"20.000 padres de familia, labradores de tierra de sus 2 borgoñas, o que sirven a su Majestad en sus ejércitos, se rinden a sus pies. Aquellos de entre nosotros que son esclavos de algunas abadías y de algunos cabildos, por un abuso fundado únicamente en falsos títulos, le piden con sus gritos y lágrimas, solo pertenecer a su Majestad... Su Majestad no sufrirá esta tarea por la cual su reino se encuentra manchado bajo un monarca que desde su juventud es el padre de la patria “

Por el decreto del 8 de agosto de 1779, el rey Louis XVI abolió la servidumbre y liberó a todos "los manos mortales (los siervos) de los dominios del Rey “, así como a las personas esclavizadas en los dominios reales de Francia

Sin embargo, esta realidad de la servidumbre seguirá en vigor en los dominios de los eclesiásticos hasta la Revolución y la noche del 4 de agosto marcará el fin de los privilegios, liberando definitivamente a los últimos siervos del Reino de Francia.