slide-page-768-d42b10

El castillo de la familia Necker-De Staël y el grupo de Coppet en Coppet (Suiza):

«Quizá llegue el día, señores, en el que [...] ustedes mirarán con compasión a este desgraciado pueblo del que se ha hecho un bárbaro objeto de tráfico; a estos hombres semejantes a nosotros en el pensamiento, y sobre todo por la triste facultad de sufrir, a estos hombres que, sin embargo, sin piedad por sus dolorosas quejas, acumulamos, amontonamos en el fondo de un navío, para ir después a toda vela a presentarlos a las nuevas cadenas que los esperan.»
Jacques Necker, ministro de Louis XVI de los Estados Generales del Reino el 5 de mayo de 1789


Castillo de la familia Necker-De Staël en Coppet en Suiza.

El compromiso antiesclavista fue una de las luchas de los pensadores del grupo de Coppet que comenzó con Jacques Necker, ministro de Louis XVI y se mantendrá a través de su hija, Germaine de Staël y su nieto, Auguste de Staël a los que se unirán Benjamin Constant y Jean-Léonard Sismondi. De 1789 a 1830 sostendrán una lucha incesante por la abolición del comercio y la esclavitud de los negros.

Historia:

Es Jacques Necker (1732-1804), nacido en Ginebra, por entonces ministro de Louis XVI, quien emprende una larga lucha familiar denunciando con elocuencia, en el discurso que pronuncia durante los Estados Generales, el 5 de mayo de 1789 en Versalles, los daños de un comercio que ofende todavía la consciencia contemporánea:
«Quizá llegue el día, señores, en el que [...] ustedes mirarán con compasión a este desgraciado pueblo del que se ha hecho un bárbaro objeto de tráfico; a estos hombres semejantes a nosotros en el pensamiento, y sobre todo por la triste facultad de sufrir, a estos hombres que, sin embargo, sin piedad por sus dolorosas quejas, acumulamos, amontonamos en el fondo de un navío, para ir después a toda vela a presentarlos a las nuevas cadenas que los esperan.»

Retrato Germaine de Staël


En la estela de su padre, Madame de Staël (1766-1817) se esforzará por condenar el comercio negrero en muchas ocasiones, de acuerdo con su ideal de justicia y su caridad cristiana. Esta demuestra incluso una gran empatía hacia los esclavos, su «yugo horrible» y contribuye mucho con la lucha abolicionista. En sus novelas, cuestiona profundamente los estereotipos asociados a la raza. Defiende el librecambio y el desarrollo de la economía africana, para que el comercio liberado pueda extenderse a escala mundial, una visión completamente vanguardista que no ha sido todavía cumplida hasta el momento.

Germaine de Staël, y el grupo de Coppet piden en 1814 a los soberanos europeos reunidos en París la abolición del comercio de esclavos.

Su hijo Auguste de Staël (1790-1827) retoma la causa por su cuenta, pero bajo la forma de una misión filantrópica: él fue de hecho un activista influente del movimiento abolicionista, inspirado en el parlamentario británico William Wilberforce, admirado y alabado por su madre, uno de los líderes contra la esclavitud en Gran Bretaña.
En 1822, funda en el seno de la Sociedad de la moral cristiana el comité para la abolición del comercio de negros. Sus objetivos son la «represión del comercio de esclavos» y la mejora de la «suerte de los negros sobre los diversos puntos del mundo» y cuya militancia llevará a la prohibición del comercio de esclavos en 1831. Él pública en abundancia sobre el tema y promueve una emancipación gradual por la educación. Organiza peticiones para hacer presión sobre el gobierno. Va incluso a documentar los horrores del tráfico negrero recurriendo a investigaciones peligrosas: trae especialmente de una estancia en Nantes cadenas y collares como prueba de la crueldad de un tráfico todavía más prevalente a pesar de las prohibiciones formales, lo que produce más efecto que mucha declamación vehemente.



En consonancia con su abuelo y su madre, Auguste de Staël no aparece como teórico, sino como un hombre con sentido práctico y de redes, que cultiva sin embargo una devoción a las ideas elevadas. Él asocia los principios y la moral a una inteligencia táctica y a un sentido de la prioridad que harán su acción extraordinariamente eficaz para la época.
A esta tradición familiar de tres generaciones se suman los cumplimientos de Benjamin Constant (1867-1830), nacido en Lausana, que protestará por vía legislativa contra la esclavitud: se censa una docena de intervenciones por su parte; no duda en criticar la complicidad del gobierno. Publica regularmente sobre el tema en su periódico, La Minerve.

Expone sobre todo su punto de vista en detalle en su Comentario sobre la obra de Filangieri, en el que defiende la igualdad en derecho y la paridad de los crímenes y espera una condena pública de las prácticas en cuestión: «Cuando esta verdad sea bien reconocida; cuando las leyes no distingan entre crímenes al menos iguales; cuando; independientemente de las leyes, la opinión indignada persiga en las calles y en las plazas públicas al negociante que haya formado parte del comercio de esclavos, la casi totalidad de la población comerciante rechazará estar implicada.»
En junio de 1820, Benjamin Constant reclama a la tribuna de la Cámara de Diputados una ley «fuerte». «Nosotros debemos apresurarnos a establecer contra el execrable tráfico de esclavos una ley fuerte, eficaz, suficiente. Las nuestras no lo son [...]. El comercio de esclavos se hace, se hace impunemente. Sabemos las fechas de partidas, de compras, de llegadas.»

Destaca la dificultad de pasar leyes contra las convicciones de la época: «La opinión a este respecto ha sido preparada en Inglaterra por largas discusiones y por la perseverancia incansable de los hombres más respetados», observa Constant. «Es entonces en producir esta convicción moral en lo que hay que trabajar sin descanso.» Constant no dudará en recurrir para esto a imágenes fuertes, a la altura de los crímenes y consecuencias devastadoras sobre la gobernanza en África que él denunciaba.
Además de este enfoque moral, la dimensión económica es abordada por Jean Léonard Sismondi (1773-1842), nacido en Ginebra, economista asociado al grupo de Coppet que esclarece esta cuestión de forma sistemática: Muestra de hecho la perversidad del sistema esclavista, en el sentido en que el comercio no crea riquezas, pero se parece a un pillaje, además solo ha podido subsistir por privilegios legales, por el monopolio, manteniendo formas arcaicas de producción que no habrían podido perdurar bajo un régimen de libre competencia. La muy débil productividad del trabajo iba incluso a hacer el comercio de esclavos muy oneroso.